lunes, marzo 28

La “Revolución Verde”

Cuando vi el documental: “Soluciones Locales para un Desorden Global” de Coline Serreau en junio del 2010, entendí que toda la medicina (1) que había estado tomando durante los últimos años no hacía otra cosa que establecer en mi organismo un estado de eterna convalecencia, condenándome día tras día a depender de ella. Esa misma noche dejé de tomar las medicinas convencionales y opté por todo medicamento que fuera natural (3). Desde entonces, no he vuelto a sufrir de las dolorosísimas migrañas y he mejorado de mis frecuentes problemas digestivos; y aunque he debido enfrentarme a fuertes crisis alérgicas, las medicinas naturales me han ayudado muchísimo a sobrellevar todos esos males. Fue en aquél documental (2) que conocí la historia de la famosa “Revolución Verde”:

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, quedaron sin ser usados numerosos productos químicos que habían sido fabricados para aniquilar al enemigo. Las enormes industrias dedicadas al armamento de guerra, se convirtieron de pronto a la moderna maquinaria agrícola y el resto de esos productos químicos comenzaron a ser usados en los cultivos bajo el nombre genérico de pesticidas. La llamada “revolución verde” hizo posible la reconstrucción de Europa luego de tan devastadoras guerras, ayudando además al gran crecimiento económico de los EEUU de América. El discurso de la “Revolución Verde” prometió erradicar el hambre en el mundo, convirtiendo en héroes a aquellos campesinos deseosos de trabajar por la reconstrucción.

Sin embargo, ni la miseria, ni el hambre han sido erradicadas del Planeta Tierra; al contrario, el desarrollo industrial de la agricultura empobreció radicalmente la producción agrícola de los ahora llamados países en desarrollo. Pero éste no es el único gran problema: el uso de pesticidas no es sólo nocivo para los insectos que destruyen los cultivos, tampoco son nocivos solamente para los campesinos y trabajadores que les utilizan; cierto es que el uso de pesticidas empobrecen los suelos, les vuelven infértiles pero sus daños no se quedan ahí; un poco de ese veneno llega a la boca de quienes les consumen, aunque pelen, laven y hasta cocinen los productos antes de ingerirles.

Hace pocos días, gracias a un nuevo documental (4), ampliamente fundamentado, me enteré de que para validar el uso de pesticidas en la alimentación, se inventó una medida que supone que el consumo de veneno en pocas cantidades, es inofensivo para la salud de los seres humanos.

Dos sorpresas: aquella medida todavía en vigor, nunca ha sido comprobada científicamente. Segundo: un poco de veneno de vez en cuando puede que no sea fatal para el uso humano, pero el número de veneno aumenta y se complica cuando se suman no sólo los diversos químicos que se usan en la producción agrícola, sino aquellos que se usan para dar sabor, color, olor, textura y tantas otras características de la comida moderna...

En los años 1950, el científico francés a quién primero se le ocurrió la idea de establecer aquella medida, afirmó luego que: “El uso prolongado de aquellos productos químicos, incluso en pequeñas cantidades, se vuelve fatal porque pueden provocar cáncer”.

A finales de 1980, dos científicos en los EEUU, descubrieron por casualidad que el bisfenol-A (BPA) también es cancerígeno. El bisfenol-A es una hormona no natural elaborada en laboratorios, utilizada generalmente para dar rigidez al plástico. Los científicos, Ana y Carlos, usaban pipetas transparentes hechas de plástico rígido en su laboratorio; la proliferación constante de células cancerígenas en todas las muestras estudiadas les llamó la atención. Los fabricantes no quisieron revelarles la fórmula de sus pipetas pensando que se trataba de una investigación comercial; debiendo investigar por sí mismos, ambos científicos descubrieron la composición del plástico rígido y las particularidades cancerígenas del bisfenol-A.

El interior de los enlatados está hecho con bisfenol-A, los biberones plásticos, las tarrinas, los empaques de comida preparada, están hechos con bisfenol-A... Los alimentos en contacto con el plástico, absorven esta hormona de síntesis, sobretodo al ser calentados al interior del microondas, en baño maría o en el medio ambiente. Al interior del cuerpo, el bisfenol actúa como las otras hormonas, desarreglando el equilibrio endocrino del cuerpo, provocando cáncer sobretodo en los órganos reproductivos.

He llevado diez años preguntándome ¿por qué en Francia la vejez de las abuelas y de los abuelos de entre 80 y 90 años, es mucho más dura que la de mis abuelas ecuatorianas? Hasta hace dos días, solía creer que eran casos específicos. Pero la investigación realizada por M.M. Robin, me hizo comprender que el alto Producto Interno Bruto (PIB) de Europa, se había logrado gracias a un estilo de vida totalmente nefasto para la salud de sus habitantes. En los países desarrollados, los medicamentos convencionales, la agricultura y la alimentación industrial son utilizados fuera y dentro de las grandes urbes. A eso se le considera progreso. En los países pobres, en cambio, ese estilo de vida moderno se ha concentrado hasta hoy, solamente en las grandes ciudades y es ahí dónde se concentran los numerosos casos de cáncer y obesidad del Tercer Mundo.

El estado de salud de los habitantes de las grandes ciudades de los países en desarrollo, es el mismo que el de los habitantes del mundo desarrollado. En los países pobres, los abuelos y abuelas de los niños y niñas de este nuevo milenio, sufren generalmente de obesidad, de cáncer, de sobrepeso... ¡incluso antes de haber llegado a cumplir los 60 !

Hace un par de décadas que se conocen los orígenes del cáncer pero los intereses comerciales han sido y siguen siendo más poderosos. La Revolución Verde se desarrolló y se enraizó en nuestro mundo porque gracias a ella, muchos han podido enriquecerse y el dinero sigue siendo poderoso. Pero ese enriquecimiento existe y se desarrolla cuando el dinero circula porque mucha gente en el mundo, piensa que debe seguir trabajando en favor del PIB. Mientras la riqueza de los países siga siendo medida a través del PIB, el mundo en el que vivimos seguirá su marcha hacia el abismo. La salud ambiental no es la única afectada, los seres humanos que habitamos este planeta somos las primeras víctimas, incluso aquellos que se siguen enriqueciendo a través del crecimiento del PIB.

En ningún documental ni en ninguna otra parte, alguien me dijo que las medicinas convencionales que había estado tomando durante tantos años, me enfermaban en permanencia: fue la imagen de aquella tierra seca, totalmente devastada por los productos “fitosanitarios” la que me hizo comprender cuánto se parecía mi organismo a esa misma tierra.

¿Cuántos caminos debe un hombre caminar antes de poder ser un hombre?
¿cuántos mares debe una paloma blanca navegar antes de poder dormir sobre la arena?
¿cuántas veces deben las bolas de cañón volar antes de ser abolidas por siempre?
La respuesta, mi amigo, la sopla el viento, la respuesta la sopla el viento.
¿Cuántas veces un hombre debe alzar los ojos antes de lograr ver el cielo?
¿cuántos oídos debe un hombre tener antes de poder oír la gente gritar?
¿cuántas muertes tomará hasta que se sepa que ha muerto demasiada gente?
¿Cuántos años puede una montaña existir antes de que se la lleve el mar?
¿cuántos años puede alguna gente existir antes de poder ser libre?
¿cuántas veces se puede voltear la cabeza, fingiendo nada haber visto...
Blowin´In The Wind, Bob Dylan

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1 Medicinas convencionales utilizadas contra: las alergias, las migrañas, los anticonceptivos y los dolores de estómago.
2 “Soluciones Locales para un Desorden Global”
3 Existen antihistamínicos (antialérgicos) naturales elaborados a partir de aceites esenciales como el de Estragón.
4 Documental: “Notre Poison Quotidien” (Nuestro Veneno de Cada día) de Marie-Monique Robin.