miércoles, julio 29

«Planeta Tierra» en Rebajas


Martes 28 de julio de 2009.

Esta mañana, escuchaba en el Informativo, sobre la poca acogida que han tenido los saldos en toda Francia, a excepción —evidentemente— de la ciudad de París. Desde que la ya tan nombrada crisis comenzó a hacer hablar de ella, toda noticia de orden económico no hace más que insistir sobre el escaso poder de compra de la gente. A mí, por el contrario, me molestaba algo de lo que nadie hablaba al referirse a los saldos: los «invendidos». Hace poco estuve yo misma dando vueltas por las tiendas, mirando cuánta cantidad de ropa quedaba en los estantes: muchísima. Valga decir de paso, que no es la primera vez que veo tantos «invendidos» en época de saldos; yo no me creo tanto esto de la crisis y del poder de compra. Pero vamos, no es eso lo que me molestaba. Lo que a mí me molestaba es pensar que se había producido en exceso y que ese exceso no vendido sería reemplazado por otra cantidad de artículos, igualmente en número excesivo, pero distintos: la nueva temporada. Seguramente otra vez quedarán muchos artículos sin vender y sin embargo, se seguirán produciendo más y más, cada vez más artículos de sobra. Pensé entonces en el sistema de consumo que supone saludable la producción masiva pero que relega una cruda realidad: la devastación de la Tierra en búsqueda de la materia bruta, la contaminación durante la producción y, para terminar, la contaminación debido al exceso de basura, de deshechos porque incluso si todos los artículos producidos y puestos a la venta se hubiesen vendido, ¿quién y cómo podría almacenar tanta cosa? Luego de haber llenado armarios y anaqueles, bodegas y rincones, ¿quién necesitaría volver a comprar tantas nuevas cosas que se venderán rebajadas en la próxima temporada de saldos?

La producción en masa me preocupa tanto como el consumo masivo. Mucha gente me dirá alarmada que dejar de producir significa dejar sin trabajo a un gran número de gente. Y tienen razón en esto: este sistema se auto-destruye constantemente.¿Por qué estamos siempre sumidos a esta encrucijada? ¿Acaso no hay nada qué se pueda hacer?

La destrucción de los suelos fértiles, gracias a la mono-cultura nos ha llevado a entender que la lógica de la producción en masa —y desmedida— es nefasta para la naturaleza, nefasta para quiénes viven del cultivo de su tierra que termina por volverse infertil, nefasta para el consumidor que termina comiendo alimentos contaminados en productos químicos que han aportado a destruir los suelos. Luego de haber entendido que ir contra la naturaleza en pro del sistema de consumo masivo, del mercado y del enriquecimiento de unos pocos, es nefasto para la humanidad, va surgiendo poco a poco, y cada vez tomando fuerza, otra forma de cultura de la tierra, una nueva forma de vivir del trabajo de la tierra.

Entonces pensé en toda la gente que perdería su empleo si se dejasen de fabricar todos los automóviles que no se necesitan fabricar, todas las ropas que nadie necesita o puede almacenar, todos los artículos inútiles que terminan en los basureros, y me dije que esa gente era como la tierra sometida a la mono-cultura: dependientes, incapaces de adaptarse al cambio, a necesidades nuevas. ¿Por qué se especializa a la gente en una sola labor? ¿por qué no se le permite adaptarse constantemente a las necesidades que surgen cada día? Después de todo la vida cambia, la naturaleza cambia, la gente cambia, los intereses cambian. Si el sistema de producción sería reflejo de la naturaleza humana, sería indudablemente cambiante, se adaptaría a las necesidades humanas, no les sometería.

Encontré ahí la clave del problema: Vivimos atrapados bajo un sistema que lucha contra natura, que no trabaja ni en pro ni con ella. Manon (mi hija de ocho años) me decía esta mañana: “La gente debería hacer como los profesores de esquí, ellos no pueden trabajar dando clases de esquí todo el año, porque el invierno se acaba. El resto del año trabajan haciendo otras cosas.” La pertinencia de sus comentarios siempre me deja estupefáctamente orgullosa u orgullosamente estupefacta. ¡Cómo tiene razón! Imagínense a alguien que, por asegurar su trabajo en el esquí, decidiera invadir la montaña de nieve artificial todo el año para poder ejercer “su trabajo”. La nieve artificial existe, pero es tan costosa y tan mala para esquiar, y el verano es tan cálido y tan bueno, que nadie —hasta ahora—, ha podido realizar el caprichoso proyecto de quiénes se sienten incapaces —o se ven impedidos— de ejercer en otros oficios.

Todo lo que necesitamos para salir de la crisis es adaptarnos a la naturaleza, no imponernos a ella. Es sumamente necesario inventar un nuevo sistema, necesitamos inventar otro mundo, otros modos de producción, de fabricación y de consumo que estén acordes con nuestra naturaleza humana, que nos ayuden a reanudar lazos con nuestro Planeta Tierra. El sistema está en crisis, dejémosle que muera.